Lo que tienes que hacer -me dice el portero cuando regreso tarde y vencida de la biblioteca y nos fumamos un cigarro, titiritando, en las escaleras del edificio- es salir de aquí lo más posible. Regresar sólo a estudiar y a comer, y nunca a dormir, porque a medida que uno va pasando noches en casas distintas -recámaras, pensiones, hoteles, cuartos prestados, camas compartidas-, conoce un poco más, y tal vez más profundamente, su intimidad. Aprenderíamos a sondear más hondo en nosotros mismos -continúa- mirándonos de vez en cuando en los espejos de un baño ajeno, lavándonos la cabeza con otro champú, o colocando la cara, alguna noche, en la almohada de otra persona. Todos deberíamos participar de cierta poligamia habitacional y dormir las más veces posibles en camas ajenas, si queremos ser de veras fieles al llamado milenario: conócete a ti mismo. ¿No estudiaste tú filosofía? -me pregunta a menudo. Más o menos, le contesto.
Valeria Luiselli
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