2 nov 2014


Desde que me escribiste, en aquel día tan claro y lejano, he querido explicarte, que no puedo irme de los días, ni regresar a tiempo al otro tiempo. No te he olvidado -las noches son largas y difíciles.
El agua. El barco y el muelle y la ida, que te fue haciendo tan chica, desde mis ojos, encarcelados en aquella ventana redonda, que tú mirabas para guardarme en tu corazón. Todo esto está intacto. 
Después vinieron los días, nuevos de ti. Hoy, quisiera que mi sol te tocara. 
Te digo que tu niña es mi niña, los personajes títeres, arreglados en su gran cuarto de vidrio, son de las dos. Es tuyo el huipil con listones solferinos. Mías las plazas viejas de tu París, sobre todas ellas, la maravillosa -Des Vosges, tan olvidada y tan firme.
Los caracoles y la muñeca-novia, es tuya también -es decir, eres tú. Su vestido, es el mismo que no quiso quitarse el día de la boda con nadie, cuando la encontramos casi dormida en el piso sucio de una calle.
Mis faldas con olanes de encaje, y la blusa antigua que siempre llevaba hacen el retrato ausente de una sola persona. Pero el color de tu piel, de tus ojos y tu pelo cambia con el viento de México. 
Tú también sabes que todo lo que mis ojos ven y que toco conmigo misma, desde todas las distancias, es Diego. La caricia de las telas, el color del color, los alambres, los nervios, los lápices, las hojas, el polvo, las células, la guerra y el sol, todo lo que se vive en los minutos de los no-relojes y los no-calendarios y de las no-miradas vacías, es él
Tú lo sentiste, por esto dejaste que me trajera el barco desde Havre, dónde tú nunca me dijiste adiós.
Te seguiré escribiendo con mis ojos, siempre. Besos a la niña...
FK

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